La última gran riada que sufrió la
ciudad de Valencia, en octubre de 1957, dejó distribuidos por toda la ciudad una
serie de azulejos de diversos tamaños y facturas recordando la altura a la que
habían llegado las aguas. Probablemente, esta práctica se inició a raíz de la
riada que padeció la ciudad 16 de septiembre de 1731, que según todos los
cronistas, causó grandes estragos.
En el desaparecido convento de San Juan
de la Ribera hubo una inscripción similar señalando el lugar al que habían
llegado las aguas. También en el Monasterio de la Trinidad, en la fachada
recayente a la calle Alboraya, se colocó un panel cerámico en el que podía leerse
la inscripción:
EN 16 DE SETIEMBRE
DE 1731 LLEGÓ EL AGUA
DEL RIO TURIA A ESTE
SITIO:
PARA MEMORIA SE
PUSO ESTE SEÑAL.
Y SE RENOVÓ EN 19
DE MARZO DE 1833.
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